domingo, 6 de octubre de 2013

Una nueva etapa

Muy buenas a todo el mundo!!

Hacía muchísisisisisimo que no escribía en este blog, de hecho no sabía ni que Google lo había comprado, hay que ver como ha cambiado todo esto, con lo fácil que era antes...

Pero no vengo a quejarme, esta vez no :D solo vengo a contaros que recientemente han habido muchos cambios en mi vida y que es posible (aunque no lo descarto del todo) que no escriba mucho mas en este blog porque.... tengo uno nuevo!!
Vida nueva, blog nuevo *_*

No tiene nada que ver uno con el otro, este era de historietas que me inventaba para que si alguien se aburría las mirara y el nuevo es solo un simple blog donde cuento mi vida y sobretodo mis pequeñas nuevas adquisiciones, porque como buena mujer que soy me gusta fundir la Visa con figuritas, peluches y cosas adorables *_*

Así pues, si queréis trasladaros al mundo del consumismo y de los Ewoks :D aquí os dejo el link, por si quereis hacerme una pequeña visita, estaré encantada de recibiros!!


El nombre es mega molón, eh? :D También aprovecho para dejaros la dirección de otro blog, pero este es de un compañero de trabajo, así que si le vais a seguir dejadle bien claro que es de mi parte que nunca se sabe si algún día será mi jefe de proyecto... y hay que ganar puntos!!  http://untranquilolugardeaquiescencia.blogspot.com  (tiene un nombre más raro que el mio...)

Espero veros pronto!!

P.D.= no se si los blogs tienen posdatas, pero era solo para decir que es posible que el tamaño y fuente de letra sea diferente al resto de post, con el tiempo que hace que no entraba por aquí estoy yo como para acordarme del nombre de la letra... -.-

miércoles, 23 de marzo de 2011

Los amores de película



Qué es el amor?

Hay quién piensa que es química entre dos personas, mariposas en el estómago o simplemente un acuerdo de intereses. Pero para mi la pregunta seria otra: existe lo que la gente llama “amor”?

Desde pequeños nos enseñan lo que es el amor entre un hombre y una mujer mediante cuentos o conocidas películas Disney. Quién no ha crecido viendo como la pobre y desfavorecida chiquilla se casa con el príncipe? Que de entre toooodas las mujeres de un reino, el príncipe se enamora de la que vive en una maldita cabaña al quinto cuerno en medio de un bosque inhumanamente inaccesible y que la ha encontrado porqué su caballo perseguía a un jilguero en celo?

Pero la pura realidad es totalmente diferente, las feas no se vuelven guapas (a menos que echen mano del bisturí y del rodillo de pintura), las pobres no se encuentran hadas y ratones mágicos (como mucho te encuentras 5 céntimos por la calle y porque a la gente le da pereza hasta agacharse) y evidentemente las que son feas y pobres no son una excepción en nada de lo anterior, es más, sus “cualidades” tienden a agravarse más.

Desengañaos, nunca pasará que al salir a la calle os pondréis a cantar al ritmo de violines y pianos que salen de la nada mientras pajaritos revolotean alrededor vuestro reposando suavemente una corona de flores en vuestra cabeza mientras avanzáis con saltitos por la calle. No os encontrareis por sorpresa al príncipe que pasaba por ahí para ver el descuento de 2x1 en sus camisas preferidas y ni mucho menos os mirareis y quedareis encandilados los dos mientras el séquito de hembras envidiosas sacan espuma por la boca (FFFFFUUUUU).

Y si por algún casual existen los llamados “príncipes” está claro que el 90% están en posesión de lagartas medio zorras que son más tontas que un bocado en la polla y el 10% restante se dividirán en antisociales y gays.

Así pues, la moraleja es: no pretendáis encontrar un príncipe y dejad de mirar películas Disney. El amor no existe.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Los pequeños detalles son los más importantes



Ayer llovía de lo lindo, de hecho creo que hubo lluvias importantes en casi toda España. Odio cuando llueve y tengo salir de casa, me pone nerviosa y negativa.

Por la noche, después de terminar las clases de camino a casa vi algo que realmente me sorprendió.

Con el brazo apoyado en la ventana del acompañante me distraía observando entre las gotas del cristal a la gente mientras estábamos parados en un semáforo: unos corrían sin paraguas porque la lluvia les había sorprendido, otros en manga corta o pantalones cortos tenían un leve signo de frío en la cara... pero todos avanzaban serios y molestos por esa abundante lluvia que parecía no tenia intención de cesar.

Entre la multitud me sorprendió un chico, iba en manga corta y con un pequeño paraguas agarrado y pensé que se debería de estar helando (o por lo menos yo estaría muerta de frío con la ropa que el llevaba) pero de pronto sacó de su bolsillo el teléfono móvil y tras unos segundos observando la pantalla inmóvil en medio la calle esbozo una gran sonrisa de felicidad.

Ignoro el autor y contenido de ese mensaje, pero realmente le había hecho feliz, y entre toda esa multitud seria y absorta en sus pensamientos grises deslumbraba un chico que era feliz con un solo sms.

Y es que muchas veces los pequeños detalles como un simple mensaje de texto en nuestro móvil nos pueden despejar la lluvia.



viernes, 17 de septiembre de 2010

La vida tienes muchas "veces"



Cuantas veces hemos pensado que algo durara para siempre? Un juguete, nuestro bolígrafo preferido, una pareja, un blog.... Y porqué cuanto más lo pensamos en más añicos se rompe? Hay muchas maneras de que algo no dure para siempre: un descuido, el aburrimiento, otro objetivo... pero tarde o temprano siempre intentamos repararlo o recuperarlo y, aun siendo en vano, volvemos a creer que eso puede durar para siempre.

Cuantas veces nos hemos perdido? De pequeños cuando nos soltamos de la mano de nuestra madre, en un país extranjero, en una clase de matemáticas, en la película de Matrix... Y siempre intentamos buscar la salida, algunas veces es mas fácil y otras más difícil pero siempre queremos retomar el hilo.

Cuantas veces hemos creído que “eso” nunca nos pasara a nosotros? Un accidente de coche, la nuez mala de la bolsa, la lluvia justo al salir de la peluquería, el chico mas guapo que has visto en tu vida... Es entonces cuando te frotas los ojos y ves que es cierto, que ha pasado y que tienes dos opciones: tirar adelante o quedarte eternamente en ese momento compadeciéndote o disfrutando para siempre.

Cuantas veces nos han sorprendido? Una mala nota en un examen que habías estudiado toda la noche, una flor, una noticia inesperada, unas palabras de cariño... Y aún así muchas veces nos aferramos a ese recuerdo para aprender y avanzar.

Cuantas veces hemos dicho “nunca mas”? Un restaurante innovador, unos tacones, una ruptura, un engaño... Pero inesperadamente la mayoría de los casos se repiten y es cuando nos volvemos a preguntar otra vez lo mismo: si será para siempre, que eso no nos puede pasar a nosotros y nos ha sorprendido tanto que nos hemos perdido.

Muchas veces las preguntas es mejor dejarlas sin contestar, simplemente seguir ya que seguramente tarde o temprano tendrán una respuesta. Evidentemente algunas veces buenas y otras malas.


Cuantas veces a las 5:32 de la mañana ha apetecido un croissant y un zumo?

lunes, 5 de abril de 2010

Whisky doble con mucho hielo


Hoy mirando una serie americana me he permitido el lujo de recrear en mi mente lo que es una de las típicas escenas.

Es una tarde alegre fuera en la calle, aunque para mi no parece muy prometedora: el teléfono no ha dado señal de vida en todo el día y eso que he mirado varias veces para asegurarme que no estaba en silencio, fuera de cobertura o sin batería. Hoy la gente no estaba lo suficientemente aburrida como para contar conmigo, no les culpo, pocas son las veces que realmente me apetece salir tarde. Pero hoy daba la casualidad de que quería probar el sabor de la noche, al fin y al cabo tengo 24 años y es casi mi “deber” salir de fiesta.

Abro mi armario y después de echar un vistazo rápido mi mente lo planea todo al ver mi vestido negro: hoy cambiaríamos de planes y de ambiente.
Descuelgo la percha y miro el vestido, no parece muy arrugado, estoy de suerte.
Con extremo cuidado me pongo las medias y las sujeto con el liguero, tiendo bastante a engancharlas con las uñas y reducir su tiempo de vida en un día, así que como señal de respeto a mi pobre economía sigo con extrema cautela cada movimiento de muñeca hasta que el recorrido llega a su fin.

Torpemente me pongo el vestido hasta que al final consigo que se acomode a mi cuerpo; es de tirantes un poco anchos con un generoso escote, ceñido por debajo de los pechos y con caída hasta las rodillas. Recuerdo un collar de plata con una piedra de Swarovsky que me encanta (brilla mucho cuando le da la luz) y que quedaría perfecto con este vestido. No es muy largo pero lo suficiente como que para los ojos que se posen en él tengan la sana tentación de seguir un poco más abajo y disfrutar de una agradable (aunque escasa) visión.

Escojo mis dos pulseras de perlas: unas blancas y otras negras y los pendientes a juego (una pequeña perla montada en un cierre simple de plata).
Los zapatos negros a juego con el vestido no son muy altos, apenas tienen dos dedos de cuña, lo suficiente para que al andar produzcan ese sonido de tacón que tanto nos gusta a las mujeres.

Voy al espejo e intento varios recogidos hasta dar con uno que sea lo bastante aceptable como para que me sienta guapa. Paso el pincel de la sombra de ojos por mi párpado y el cepillo de rimel por mis pestañas, dando un poco de curvatura y alargando los extremos de cada una. No abuso mucho del colorete rosa y paso tímidamente una barra de labios de color morado.

Salgo de casa y me dirijo a mi destino, programando mi GPS interior para localizar la ruta mas corta a ese hotel tan distinguido que hay cerca de mi casa.
Entre pitos y flautas es madrugada, por lo que el bar ya estará abierto y apenas lleno. Efectivamente al llegar puedo ver que tan solo esta el hombre del piano (con las típicas canciones tristes), el barman limpiando las cocteleras y unos cuatro o cinco clientes en la barra.

Les echo un vistazo y encuentro alguien interesante: un hombre de unos 35 años, de pelo negro profundo, media melena con un par de ondas, como a mi me gusta. Viste un elegante traje, camisa oscura y corbata maltratada encima la barra (debía molestarle). Decido acercarme a él y sentarme a su lado, camino despacio y con seguridad para que puedan notar mi presencia con el ruido de los zapatos.

Al sentarme a su lado el barman me mira con cara de indiferencia y me pregunta a desgana:
-¿Qué desea tomar la señorita?
Inclinando mi cabeza hacia la derecha le digo:
-Lo mismo que el caballero.

Mi petición y mi proximidad hacen que el extraño levante la mirada para averiguar quién se sentía tan sumamente impotente y desgraciado a esas horas como para pedirse un whisky doble con mucho hielo.

Adivinando sus intenciones le miro tímidamente y le ofrezco una pequeña sonrisa. Me sonrojo un poco al ver que tiene unos penetrantes ojos verdes y que es realmente atractivo. El barman, con su ya normal indiferencia me sirve la bebida, haciendo que los dos desviemos la mirada al vaso. Se produce un silencio. Me mojo los labios para simular que bebo, odio el alcohol.

De nuevo me giro a él y con la misma sonrisa y voz tranquilizadora empiezo la conversación:
-Un mal día?
-Otro más de tantos. –Me dice mirándome de reojo mientras de un trago se termina su whisky. –Siempre pides lo que beben extraños o simplemente pides bebidas que no te gustan por vicio?

Esta vez él había bajado la mirada hasta mi copa, era evidente que por más que intentara disimular se notaba que no me gusta el whisky. Desvió su mirada hacia mi collar, las luces del local acentuaban su brillo y provocó que bajara la mirada hasta mi escote (el collar había dado el resultado deseado).

-Que es eso tan preocupante que mantiene a un hombre tan guapo anclado en este bar y a estas horas? Y sobretodo solo?

Cuando intentas entablar una conversación con alguien que posiblemente vaya por su tercer whisky y que no te ha mandado a paseo es porque quiere que le preguntes para poder contarte sus problemas.

-Mi vida es un desastre y una autentica mierda.

Se cruza de brazos y baja la cabeza. Cierra los ojos suspirando levemente. Vuelve a mirarme, esta vez a los ojos.

Su mirada me coge por sorpresa, no me esperaba encontrarme esos ojos verdes mirándome con tanta fuerza y tanta sinceridad, volví a sonrojarme al ver de nuevo su gran belleza pero no podía apartar la mirada de él, era como si estuviera pidiéndome ayuda, que le abrazara y le diera calor aunque solo fuera esa noche, quería sentirse un poco menos impotente entre los brazos de una extraña.
No recuerdo el tiempo que estuvimos mirándonos fijamente, solo recuerdo la siguiente escena: la escena del ascensor camino a su habitación entre gemidos de placer, besos apasionados y los intentos salvajes de quitar la mayor cantidad de ropa en el menor tiempo posible.

La alerta de actualización del antivirus me hace tocar de pies en el suelo. Abro los ojos y veo la serie americana que estaba mirando en pausa en la pantalla de mi ordenador. Miro la protagonista, miro al protagonista (el mío era más guapo, pienso mientras sonrío maliciosamente), de repente una mezcla entre decepción e ira se apodera sin explicación de mi interior y me borra esa estúpida sonrisa de la cara.

-Realmente esta vida es una mierda.

Cierro la ventana del reproductor de vídeo y maximizo la aplicación que estaba utilizando para hacer el programa que me han mandado como deberes del fin de semana.

-Creo que me vendría bien un whisky...

La promesa


Un extraño silencio se apodera de mi entorno, ni siquiera el piar de los pájaros puede escucharse aun siendo una hora avanzada de la mañana, parece que hasta el ser más pequeño está pendiente de lo que pueda suceder en este corto período de tiempo. Noto sus pequeños ojos clavados en mi, observando e intentando adivinar mi siguiente movimiento.

Inspiro una gran bocanada de aire y abro los ojos. Miro a mi alrededor, tengo que encontrarle. Busco desesperada algo que contraste con el fondo, alguna pista de su posible posición para dar con él, mis ojos se mueven rápido pero quizá no lo suficiente. Cierro los puños con fuerza, detrás de mi aparente calma hay un cierto grado de nerviosismo y posible desesperación que intento disimular por si alguien me ve, me sentiría bastante avergonzada si alguien descubriera que estoy buscándole, o aún peor, que supiera que aún no le he encontrado.

Todo empezó dos o tres días atrás, fue un cruce de miradas repentino, fugaz pero intenso. Le dejé escapar por primera vez.
A la mañana siguiente un gran sentimiento de impotencia me culpaba de haberle dejado marchar, así que me prometí a mi misma que ese seria su ultimo sorbo y que le encontraría para no dejarle escapar nunca más.

Vuelvo a centrarme en mi actual tarea, cada vez noto que mis nervios van en aumento en el mismo grado que también aumenta mi desesperación, quiero encontrarle, NECESITO encontrarle y terminar con esta tortura interior que no me deja descansar por las noches y que hace molestas las mañanas. No puede ser que él, un ser tan pequeño e inferior llegue a hacer mella hasta tal punto en mi vida cotidiana.

De repente veo algo a la lejanía que pasa velozmente delante de mi. Es él. Intento seguirle con la mirada, localizarle con una chispa de esperanza mientras una ligera sonrisa picara se dibuja en mi cara.

Pero después de volver a mirar a un lado y a otro no consigo distinguir nada que se le pueda parecer. Suspiro resignada y giro la cabeza para mirar a través de la ventana. Fuera aún no pían los pájaros, siguen atentos al desenlace. Les lanzo una mirada amenazante (desafiante) y de un tirón lleno de furia corro la cortina para que nadie mas sepa de mi fracaso, los pájaros empiezan a piar con tono irónico.
Ha vuelto a escapar, ese maldito mosquito es más astuto de lo que pensaba y con suficiente valor como para dejarse mostrar a la luz del día delante de mi en señal de burla.

La conclusión de la noche es: un recuento total de 21 picaduras en una misma pierna siguiendo una extraña línea (realmente se burla de mi), un picor insoportable que me ataca a media noche impidiéndome el sueño y que por las mañanas me hace estar rascándome como un perro pulgoso. Me prometo a mi misma que mañana si, le atraparé.

domingo, 4 de abril de 2010

Me encantan


Una vez leí en un cómic que unos zapatos bonitos te llevan a sitios bonitos.
Me pareció una frase extremadamente cursi y de credibilidad poco fiable. Aún así la mayoría de veces que calzo mis zapatos me acuerdo de ella.

Sentada en un banco de la calle tengo los codos apoyados en las piernas y a la vez la cara apoyada en las manos, mirando mis zapatillas.
Son zapatillas deportivas, las conocidas Converse, me encantan.
Mi madre me compró unas cuando era pequeña, todas blancas aunque no recuerdo que en esa época fueran tan caras (de hecho, en esa época creo que el cine valía 125 pesetas y no los casi 7 euros de hoy en día).

Me entristece pensar que todo sube de precio menos los sueldos y que a este paso no podremos comprarnos ni zapatos, no podremos salir de casa y no podremos ir a sitios bonitos.

Vuelvo a mirar mis zapatillas, realmente me encantan, combinan con todo y quedan geniales con cualquier tipo de ropa, dan un toque juvenil y desenfadado al look. Éstas son negras con la goma blanca, las clásicas.

Recuerdo las que tengo en casa: unas rosa pastel y otras verdes. Si pudiera me compraría más, quiero unas azul celeste, otras blancas, otras moradas y a saber cuantos colores y modelos más hay en el mercado.

Es lo que tiene la moda, pienso decepcionada, no me gustan las modas, no me gusta que todo el mundo vista igual y aún menos porqué unas personas establezcan unos cánones de belleza o moda porque les aportan más dinero.

Me entristezco un poco más al darme cuenta que aún estando en el siglo XXI somos fácilmente manipulables y que pueden hacer con nosotros lo que quieran sin apenas darnos cuenta. A veces pienso que este mundo, esta sociedad, es como un experimento social y psicológico.
La pena se mezcla con una pizca de miedo. Cómo será la sociedad que vivirán mis hijos? No vamos por buen camino y es evidente, aunque muchos quieran cerrar los ojos y hacer oídos sordos mientras a ellos no les salpique la mierda...

Todos estos pensamientos negativos se desvanecen al volver a centrar mi mirada en mis zapatillas. Me encantan. Muevo los dedos de los pies dentro de ellas y un pequeño agujero en la goma de la punta de la zapatilla derecha me sorprende. No es una sorpresa agradable, mis zapatillas favoritas se están rompiendo pero no deja de hacerme gracia el hecho de ver mis calcetines debajo de la goma e intento reproducir el movimiento de una boca moviendo el dedo y jugando con el agujero.

Quizá este banco donde estoy sentada no es el lugar más bonito del mundo, pero sin duda mis zapatillas me han quitado la pena y el miedo y me han hecho sonreír y olvidarme de muchas cosas aunque solo sea por un momento.

Me encantan :D.